jueves, 1 de abril de 2010

UU.LL. Cheste - Valencia (7ª parte)

Se acercaban las primeras Navidades y en las aulas y los colegios de las residencias, empezaba a respirarse un magnifico clima mezcla del cálido espíritu navideño de chavales fuera de casa, de alegría por las cercanas vacaciones para todos y de un sin parar de aprendices de decoradores, llenando las habitaciones, las salas de juego con adornos navideños y los cristales con perfiles nevados de estrellas, angelitos y carteles de Feliz Navidad. Todos caseros. Las cadenetas con folios finos de colores que teníamos en las aulas, los perfiles en los cristales con tizas...Todo imaginación y ganas de personalizar lo homogéneo para verlo diferente, distinto.


En los tablones de anuncio tuvimos la primera noticia de que día saldríamos de viaje cada uno a nuestro lugar de destino, para pasar las Fiestas en casa, con la familia.


Esa noche, uno de los educadores, en el rato que nos dejaban la luz de los cabeceros encendidas para que el que quisiera leyese un poco antes de dormir o de que apagasen totalmente las luces; entro por la megafonía, dejando la música que seguía sonando de fondo, para detallarnos las fechas, horas y lugar de partida de cada expedición. Nosotros al día siguiente lo encontraríamos actualizado en los tablones de avisos, nuestras familias habían recibido una semana antes una carta indicándoles que día, a que hora y en que lugar aparcarían los autocares; así como las instrucciones para el viaje de vuelta una vez finalizadas las vacaciones.


Los primeros en salir, casi con un día de antelación, eran los gallegos, santanderinos, vascos; después los estremeños, andaluces y catalanes, para finalmente viajar los castellanos-manchegos. Dos mil quinientos viajeros, un sin fin de autocares y todo coordinado con precisión de reloj suizo.


Los nervios afloraban en esos días previos al viaje, al tener que hacer la maleta para pasar unas semanas en casa. En mi caso sin televisión, sin mesas de ping-pong, ni tableros de damas o ajedrez, sin pistas de atletismo ni campos de fútbol, balonmano, boley...


El viaje a casa no fue como el primero de casa a Cheste. Todos nos conocíamos. Las risas y el ir de un lado a otro del autocar, para hablar con unos y con otros cabreaba a los chóferes que voz en grito nos mandaban a sentar y amenazaban con bajar al que se levantase. Todos llevábamos nuestra bolsa de papel con los bocadillos, las naranjas y el cholet de vainilla, que nos entregaron a cada uno al subir al autocar en la explanada del edificio de docentes.

Solo hicimos una parada y sirvió para comprobar que mas de uno y de dos no disponían de efectivo y habían conseguido su coca cola o fanta y algo mas, sin pagar un duro, aprovechando el lio que provocaba la marabunta que saturaba la barra del bar y a los-las camareras que trataban de atender sin descanso. Todos contentos. Los dueños del bar por la tremenda caja inesperada y alguno de nosotros por satisfacer nuestras necesidades de forma gratuita y sin ser detectados.


Con el tiempo y los años, la practica del “sinpa” llego a extenderse tanto, que los dueños de los bares donde parábamos las acabaron detectando y tratando de contener. Planteando la correspondiente queja a los tutores que nos acompañaban en los viajes y estos a su vez amenazándonos con expedientar al que pillasen en tan reprobable acción, indigna de la educación que nos estaban dando.

Como siempre mi hermana Elena, puntual a la cita, estaba esperándome con el gentío de familiares que se agolpaba tratando de ver a sus hijos, hermanos... dentro de los autocares, mientras estos se disponían a finalizar la maniobra de aparcamiento.

- ¿Qué tal el viaje...? – me pregunto mientras me besaba - ¿Habéis tardado mucho...?

- Bien. No

- ¡Estas mas delgado!. ¿Qué tal te dan de comer allí?



- Bien... ¡pero el pan esta mas duro...! bueno duro no, mejor dicho, de chicle, correoso.

- ¡Te tengo yo preparado un flan de los que te gustan...! que te vas a chupar los dedos...

Elena siempre sabia como llegarte. Siempre estaba en todo. En todo lo que hiciera la vida mas feliz a los demás. No escatimaba ningún esfuerzo en intentar conseguirlo y ya lo creo que lo conseguía

Lo cierto es que los primeros días en casa, todos te trataban a cuerpo de rey. Me imagino que por aquello de que rompías, con tu llegada, su rutina. A los pocos días, entrabas a formar parte de su día a día y cuando ya no tenían ninguna curiosidad ni pregunta que hacerte del lugar de donde venias, la situación pasaba a ser distinta. Te convertías en uno mas, sin ningún tipo de miramiento. Esto era así con todos menos con Elena. Ella te seguía mimando hasta el día en que te volvía a despedir a pie de autocar. Elena era como era y no podía ser de otra manera.

Por otra parte y hablando del interés que en casa y en la calle los amigos te manifestaban, tratando de que les contaras como era donde estabas, que hacíais allí... uno solo contaba lo bueno, exageraba alguna de las anécdotas y siempre callaba en su interior las maldades y trastadas, que no eran pocas; trasladando una imagen idílica tirando a rosa que quien me conocía bien dudo se tragase. Si no había replica o dudas, por parte de quien escuchaba, creo que era mas bien debido a la cortesía y mesura que a la credulidad.

Yo también tardaba poco en resituarme y pandereta en mano, con dos o tres compañeros mas, empezamos a recorrer los bares del barrio. Al caer la tarde, cuando las lánguidas luces dejaban verse en las ventanas de las casas y en los locales comerciales, los obreros daban escape a una dura jornada y compartían penas y risas en torno a unos vasos de vino y un platillo de cacahuetes o aceitunas; la chiquillería aprovechábamos para pedir el aguinaldo. Nos ofrecíamos a cantarles un villancico a cambio de alguna moneda. Esto era una practica muy común en aquellas fechas. Una forma mas de buscarse la vida. Siempre sacabas algo por poco que fuese. Eso si tenias que aguantar las bromas y risas de los que ya estaban mas cerca de Baco que de ellos mismos...

En aquellas fechas no éramos los únicos en pedir el aguinaldo. Existía una costumbre bien arraigada, una norma no escrita, tanto por los que lo pedían como por los que tenían que soportarlo de buscarse la vida aprovechando ese estado anímico que a casi todos se nos pone acercándose la Navidad.

En las casas no parabas de abrir la puerta para atender el desfile de profesiones que se personaban tarjeta en mano buscando unas monedas.

- Buenos días. Quería felicitarles las fiestas en nombre de los carteros...

...De los carteros, los basureros, el sereno, el cobrador de la luz, el del agua, la policía... Un reguero de personas, en la mayoría de los casos uniformadas, que trataban de hacerse con un sobresueldo que les permitiese hacer mas llevaderos los ingentes gastos a los que todos se lanzaban con motivo de las fiestas.


Algunos, como era nuestro caso, disponíamos de estrategias para evitar tener que soltar lo que no teníamos. Esos días, si estábamos Jesús o yo en casa, abríamos nosotros la puerta y si venían a por el aguinaldo la respuesta aleccionada era fácil: “...No esta mi padre...estoy solo...” y el pedigüeño de turno se despedía con un “...Vale chaval...”, que sonaba claramente a retirada, a intento fallido...

Otro icono de la Navidad en el barrio y mas concretamente en mi portal, era Bernardo. Bernardo y su pandero de espectaculares dimensiones, que se oía perfectamente en cada una de nuestras casas cuando el lo aporreaba sin tregua ni piedad, al subir por la escalera. Subía hasta el ultimo piso, al tercero, a casa de sus suegros. Estaba casado con una hija de la Sra. Isabel, la esposa del limpiabotas.

Si ya de por si y habitualmente los varones, vecinos de San Blas, en su inmensa mayoría se daban al alcohol; en estas fechas Navideñas se empleaban con mas esmero. Las cogorzas daban tumbos por las calles y escaleras. Desde la ultima parada con la ultima ronda hasta alcanzar la puerta de su casa, aireaban los vapores etílicos para acabar roncándola, sentados al calor de la “superser” y ante los ojos atónitos de los mas pequeños y de rabia de los mas grandes.

El ultimo hito de las vacaciones de Navidad siempre era el día de Reyes. Unos Reyes en los que yo ya hacia tiempo había dejado de creer.

Solo creía en mi hermana Elena y mas que creer, confiaba. Confiaba en su capacidad para sacar de donde no había, en su forma de conseguir imposibles. Nunca nos fallaba. Aquello si era mágico, poco o mucho, lo que te habías pedido o algo parecido, pero siempre teníamos algo.

Elena empeñaba su vida en silencio por nosotros. Se lo quitaba de ella para que no nos faltara de nada. Ella era y ha sido siempre nuestra autentica y verdadera Reina.

Aquel año la comente que había acordado con alguno mas de mi habitación, pedirnos de reyes unos patines y tuve mis patines.

Como no podía ser de otra manera, aquella mañana de Reyes, todos bajábamos a la calle con lo que nos habían regalado con una doble intención: la de presumir ante los otros niños si nuestro regalo era mejor que el suyo y la de disfrutar plenamente del regalo.


Yo que no sabia patinar, fui con mis patines y un par de amigos a la explanada de cemento que llamábamos la “cremes”; donde en verano hacian algunas veces baile.

Con los patines puestos y agarrado a la mano de cada uno de mis amigos, doblaba un poco mis rodillas a la vez que estos salian corriendo llevándome a toda velocidad de su mano para acabar soltándome, dejándome solo.

Los culatazos fueron muchos y de desigual intensidad, pero ninguno podía con mi propósito de aprender a mantenerme de pie, en equilibrio sobre mis patines.

Al rato, se me ocurrió la feliz idea de que tiraran de mi pero esta vez agarrado a un par de tablas que había encontrado en el suelo. Era tal mi emoción y enfrascamiento que no me percate de unos clavos que asomaban peligrosamente en un lado de una de las tablas. Al poco de empezar a tirar mis amigos para meterme en velocidad y cuando quise darme cuenta, una de las roñosas puntas se me había clavado en el dedo gordo de la mano derecha.

- ¡Cuidado!¡Cuidado que hay un Clavo...! – grite a la vez que de forma instantánea y perdiendo el equilibrio, me soltaba de los palos - ...Me he hecho sangre...


( Continuara...)

5 comentarios:

  1. Muy bueno estos capitulos cada dia me sorprende mas esa mente tan privilegiada que tienes, ese flan chino capuchino mandarin chinchin de la era de era del pais chin chin, muy bueno como se enrollaban las hermanas y las madres de antes ahora pasamos de casi todo y el que quiera algo que se lo haga o se lo compre, que rtecuerdos casi olvidados lo del aginaldo se sacaban unas pesetillas, para comprarnos los chicles bazoka de tres ruedas. las pastillas de leche de burra, ahora se han cambiado por la ferrari, pegaso, hello kety, etc etc... siguen siendo pastillas pero de otra manera a cada uno le ponen de distinta manera.
    bueno sigue deleitandonos con tus vivencias me encanta besos

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  2. Que bonito escribes, me trasladas a aquellos tiempos, en los que todo eran privaciones, y que como muy bien dices, Elena, sin saber como lo hacia, sacaba de donde no había. Una vez, trabajando ya en Lombia, la dije que habia visto un traje que me gustaba muchisimo, en Manuel Becerra, me dijo tendrás que esperar, este mes es imposible, y al mes siguiente me dijo que me lo comprara y sabes lo que le contestó esta gilipo.. presumida, que ya estaba cansada de vermelo puesto en la imaginacion y ya no lo quería. Mucho más tarde lo hemos recordado juntas y en vez de decirme, pero que jodida egoista eras, se reia al recordar la contestación que la dí. Y si no, tú, cuando no venias con la cabeza abierta, te clavabas un clavo... ya nos contaras. Besos

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  3. y bien que aprendiste luego a patinar,y la paliza que dabas a todo el barrio parriba,pabajo, el ruido de la hostia que hacian los jodios patines con las ruedas de hierro al rozar con las rayas de las baldosas,alguna vecina salia dando voces para que te fueras a patinar al quinto coño

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  4. ...como te acuerdas!!! eramos pobres hasta para tener patines...hacian mas ruido que un boing...

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  5. Gracias por estos textos, gracias por traernos a la memoria de esta manera aquellos tiempos. Realmente es un gusto leerte. En nuestro grupo en facebook puse enlaces a tus posts y han tenido un gran éxito. Anímate a pasar por allí a saludar a algunos compañeros. Rafael del Moral Jimenez, por ejemplo, puede que lo conozcas.
    Un cibersaludo, laboral.

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