jueves, 30 de julio de 2009

RECUERDOS DEL FUTURO PASADO



1. AL PRINCIPIO.

1.1. De Campillo de la Jara a Alcorcón.


Al principio de los principios, la nada. En el medio de la nada: El Campillo de la Jara, penúltimo pueblo de Toledo, dirección sur, antes de cruzar las montañas que son frontera natural entre Castilla – La Mancha y Extremadura por El Puente de San Vicente.

Hoy fácil de encontrar con la ayuda de google, pero hasta ayer mismo, ardua tarea, no aparecía en los mapas. ¿Cuántas veces en mi vida quise poder ubicarle en un mapa sin éxito ninguno?.

Sin saber donde estaba El Campillo de la Jara y muchas veces enfadado a la hora de poner su nombre en impresos oficiales, donde el espacio reservado para ello era insuficiente, yo siempre he tenido un lugar reservado para llevar el pueblo donde naci. En ese sitio donde llevo guardando desde siempre mis primeros recuerdos, mi madre, mi abuela, la casa de mi madre, la casa de la madre de mi madre, el calor de las enormes chimeneas donde se cocinaba, las puertas de dos hojas donde apoyaban sus brazos las mujeres para ver pasar el tiempo o hablar con quien en ese momento transitara por las calles de tierra y los enormes portones de los corrales de gruesas maderas cosidas con remaches de hierro.

Ahí, algunas de las imágenes siguen siendo nítidas como de hace un rato y otras están como con el rayado y el desgaste de una película antigua, atacada por el paso del tiempo. No alcanzo a distinguir cuales de estos recuerdos son originales del poco tiempo que transcurrió antes de nuestra migración a la capital y cuales son fruto de las pocas visitas obligadas que posteriormente, siendo todavía un niño, realice al pueblo con la escusa de ver a mi abuela Pascuala. Incluso empiezo a tener dudas de que, alguno de estos recuerdos, no sean fruto de escuchar historias del pasado mas lejano contadas por mis hermanos mayores o por mi padre al que tantas veces escuchábamos historias y nombres de personas, pueblos y pantanos vinculados a su vida y a esta comarca: Belvis de la Jara, Muelas de la Jara, Sevilleja de la Jara, Aldeanueva, Las Navas, La Estrella (su pueblo natal), el pantano de Cijara, Azutan… y tantos mas. Por cierto que estas historias podían teñirse de tintes épicos o dramáticos, según la intensidad que el dios Baco hubiese dado esa jornada a los rutinarios paseos que diariamente daba mi padre por los bares más cercanos. Más adelante os contare como y de que manera nos afectaban a todos estos paseos y especialmente como yo me veía involucrado muy a pesar mío.

Por si le pudiese interesar a alguien, de forma ordenada, sin pasión y sin los efectos del tinto; el nombre de El Campillo de la Jara proviene de “campillo”, denominación dada a las parcelas de cultivo de cereal o cercas que se disponen entre el caserío y sus inmediaciones y etimológicamente La Jara además de ser una especie vegetal muy abundante por allí, parece estar relacionado con el vocablo árabe “cha’ara” que significa “(zona) despoblada”; pues así debió estar durante mucho tiempo esta comarca. Fue el rey Alfonso VI quien tras su reconquista mando poblar esa zona desbastada con mozárabes. Históricamente ha estado vinculada a Talavera de la Reina que ejerce de capital.

Sobre el origen de este pueblo se tienen pocos datos exactos, hay constancia por la toponimia de algunos lugares como Dehesa de la Cordobesa de presencia de mozárabes cordobeses en la zona, no obstante se puede situar su fundación hacia el año 1050 d.C.; con el nombre de "Jara de Talavera", perteneciente al Reino de Toledo y dentro de él al Señorío de la Villa de Calera.

Es en 1576 cuando se tiene la primera referencia escrita del municipio, en la cual el escribano público Baltasar Ruiz nombrado por el corregidor de la Villa de Talavera, Don Diego de Águila, realiza una instrucción sobre "la calidad y comodidad y asiento de dicho lugar".

Lo único que se ha podido recoger son datos aislados que hacen mención de este pueblo:

En el siglo XVIII todavía no formaba un caserío unido, sino grupos o barrios en donde las casas alternan con las cercas, los olivares y los viñedos.

En 1782 tiene 150 vecinos y el pueblo es conocido en la comarca por sus 30 telares de lienzo asistidos por mujeres, cuyos productos las afamadas mantas pingueras o "campillanas" eran vendidas por las mismas mujeres en toda la comarca. (Desgraciadamente es una tradición que se ha perdido para siempre).
En 1790 se construye el puente sobre el río Cubilar, consta de tres ojos: dos iguales y el otro mayor y apuntado.

En 1848 tiene 240 casas, 140 molinos harineros y 5 molinos de aceite (hoy se conservan todavía 2 molinos de aceite o lagar, desgraciadamente en estado ruinoso).

A comienzos del siglo XX se perdió una casa destinada a hospital en la que se recogía los pobres y peregrinos forasteros que iban en dirección al monasterio de Guadalupe.

Hay algunas curiosidades referentes a este pueblo como es el que cuente con una iglesia construida en el siglo XVII, dedicada a San Pedro de Antioquia o una pequeña ermita en las afueras del pueblo, dedicada al culto de Santa Perpetua y Santiago; aunque el patrón de El Campillo de la Jara sea San Blas. Otra anécdota es que este pueblo poseía el único "hijodalgo" de toda la comarca, llamado Pedro Gudiel, hijo de Alonso Gudiel. O que fue uno de los pueblos que más contribuyó con sus mozos en una guerra contra Francia, la de 1512.

Es una bella región de sierras, montes, dehesas, arroyos y ríos. Especialmente cautivadora en la primavera, es tal la vegetación que no es de extrañar la cantidad de caza, tanto mayor como menor, que se da en este estupendo cazadero.

La hoy llamada “vía verde” es una antigua línea de ferrocarril que nunca llego a funcionar.

En la década de los cincuenta llega a tener censados a 1.633 vecinos, alcanzando los 1.717 a principio de los sesenta y después el éxodo, hasta los actuales 430 habitantes (censo del 2008)

Por si después de todo esto, que ya se recoge en Wikipedia te entran ganas de ir a conocer mi pueblo, puedes llegar de las siguientes formas:

AUTOBUS

La Sepulvedana tiene parada en el pueblo, se puede coger el autobús, en Madrid, estación Sur o en el paseo la Florida, pasando por diversos pueblos de la Comunidad y más adelante atravesando varios pueblos de Toledo.

COCHE

Recorrido 1: Entrada por la Nava de Ricomarillo

Salida de Madrid por la carretera local.
Continuar A-5 (Badajoz) dirección Talavera de la Reina.
Atravesar Talavera de la Reina (Toledo).
Cogemos la carretera N-502.
Atravesar la Nava de Ricomarillo.
Continuamos hasta Campillo de la Jara.

Recorrido 2: Entrada por Aldeanuela de San Bartolomé (Aldeanovita)

Salida de Madrid por la carretera local.
Continuar A-5 (Badajoz) dirección Talavera de la Reina.
Atravesar Talavera de la Reina (Toledo).
Cogemos la carretera de Calera.
Atravesar Calera y Chozas.
Continuar hasta Alcolea del Tajo.
Seguimos por El Puente del Arzobispo.
La Estrella.
Aldeanuela de san Bartolomé.
Campillo de la jara

Este segundo recorrido, es el que realice con la familia la última vez, hará unos veinticuatro o veinticinco años.

Y ahora, después de este breve y ordenado paseo por El Campillo de la Jara, hora es de volver a esas imágenes grabadas en las primeras pistas, al principio de mi “disco duro”:

La primera la casa de mi madre. Digo bien al decir de mi madre y no de mis padres, porque realmente la pequeña casa donde naci era aledaña a la de mis abuelos maternos: Julián Paredes Aceituno y Pascuala López Gutiérrez que tuvieron a bien dársela a su hija una vez que se caso, como seguramente otras tantas cosas que aunque formalmente se hacia escrito ante testigos (yo conservo dos de ellos enmarcados en mi casa), de venta del Julián al Serafín (mi padre, natural de la Estrella, maestro albañil que nunca tuvo donde caerse muerto y del que como os decía hablaremos largo y tendido, como no puede ser de otra manera), me da la sensación que los reales y las pesetas de aquellas compra-ventas, si en algún momento salieron del bolsillo de Serafín, cosa que dudo, el Julián y la Pascuala me da que los retornaban, como si de un bumerán se tratase, a sacar adelante a su hija y a sus nietos.

Tengo, en mi cabeza, el plano en tres dimensiones de la casa. Vista de frente tenia una puerta de entrada flanqueada por dos ventanas. Según entrabas, a la derecha bajo la ventana había una cama y a continuación, en ángulo recto la chimenea; quedando a la izquierda de la puerta de entrada la otra ventana y un fregadero con el acceso a las habitaciones. La cama de matrimonio de mis padres y creo que justo en frente un cuarto con una ventana que daba a la parte trasera por donde se veía el acceso al corral de la casa de los abuelos.

No se, creo que teníamos agua y luz eléctrica en la casa; aunque también se entremezclan imágenes de mi abuela poniendo un trozo de tela como mecha o echando aceite a los candiles y encendiéndolos para dar luz a la casa y el de mujeres lavando en el rio…

A veces me parece oír a mi madre como presumía de mí cuando empecé a escribir los primeros números, alentándome a escribirlos en la cerámica que bordeaba el fregadero y siempre, junto a este recuerdo, en esa parte inicial de mi “disco duro”, aparece una niña de mi edad con la que pasaba horas jugando, sentados en la puerta de casa. Se a ciencia cierta que era la hija de tía Visita (no es que esta señora fuese mi tía, es que en el pueblo antes de mencionar a la persona se anteponía el “tía” o “tío” fuese quien fuese… me rio yo de los “modernos” actuales…), no se porque cuando pienso en esta niña me viene el nombre de Teresa. Igual ni se llamaba así. Lo que si me viene siempre y he podido contrastar después que así fue, es que de un día para otro la niña dejo de venir a jugar. Había muerto.

Otras imágenes que se agolpan en mi cabeza, son las de mi madre con la abuela en tardes de sol esplendido, en el corral, entre las gallinas, peinando no se si a mis hermanas o a mis primas o a ambas. Eso si peinando y aprovechando la buena luz natural para a la vez, quitarles las miserias. Otras tardes, veo a las mujeres sentadas cosiendo a la puerta de las casas y me veo a mi mismo jugando y caminando por la calle con una acordeón de juguete colgada al cuello. Por cierto que también me asalta, de aquellos días, el sonido de las canciones de Antonio Molina… “Una paloma blanca, blanca como la nieve…”

Imagen vaga del bar de unos parientes de mi madre (los de la prima Segunda que de ella si me acuerdo), con patio central, en la plaza del pueblo, junto a la iglesia y el bar de mi tío Mariano, hermano de mi padre, que caso también con campillana. Mi tía María, que para ser mas exactos era, ella y su familia los verdaderos dueños del establecimiento. Mi tío Mariano, creo haberle oído contar a mi padre que lucho en el bando republicano y que tuvo que huir a Francia… quien le iba a decir que tendría una familia tan católica, apostólica y romana, con su único hijo varón sacerdote. Mi recuerdo de el es el de un hombre afable, de gesto tranquilo y de voz tenue. El marido de María, el padre del sacerdote.

También, de forma muy borrosa, recuerdo viajar en “la campillana”. Era el autobús de línea que en aquella época debía hacer el trayecto entre El Campillo y Talavera, parando en todos los pueblos, para trasbordar en Talavera con destino a Madrid.

La primera casa donde vivimos en Madrid estaba en Alcorcón. En una segunda planta, rodeada de trigales y campo, desde donde por las tardes a la caída del sol se dejaban ver las luces de Madrid capital, como si de pequeñas estrellas titilantes se tratase. Aquellas tardes, sentado en las rodillas de algún mayor, recuerdo que yo siempre preguntaba:


- Aquello que se ve a lo lejos ¿Es Madrid…?


Y siempre tenía la misma respuesta:


- Si, si eso es Madrid.

De mi paso por Alcorcón, poco mas. Creo que empecé a ir a la escuela y sin duda ahí, en esos días, se produjo el primer golpe duro en mi vida y en la vida de todos: fallecía mi madre como consecuencia de un mal sexto parto. Florentina Paredes López, joven, cargada de hijos y posiblemente de más sufrimiento que de alegrías; nos dejaba para siempre.

Si para todos, mas para los mayores con consciencia que para los que éramos unos mocosos, la perdida de mi madre era un drama; ahora y en el transcurso del tiempo, cuantas veces he parado a pensar que carga de sufrimiento no llevaría encima mi abuela Pascuala que había visto morir a su marido y a sus hijos. ¿De que pasta estaba hecha aquella mujer? Un día vistió de negro y ya no conoció otro color. Los surcos que la piel dejaba en su rostro, el pelo blanco y el riguroso negro, la conferían un aire especial. Para mi era una mezcla de mística y guerrera. Un punto de amarre, que dirían los marinos.

Mas guerrera que mística cuando toma la decisión de salir del pueblo de donde nunca había salido, para irse a Madrid con lo puesto, sin saber leer ni escribir y ponerse al frente de todos nosotros. Para convivir con un yerno al que nunca pudo digerir y del que sabia que el trato para con su hija no había sido el que debía de ser.

Ahora, con tanto tiempo por medio y con los comentarios de mis hermanos mayores, soy consciente y puedo valorar el esfuerzo y el enorme sacrificio que tuvo que hacer esta mujer al tomar la decisión de cambiar su pueblo por Madrid, de ayudar a sacar adelante una casa con cinco nietos, un yerno al que no le daría ni agua y sin un duro para afrontar la situación. Si ya de por si no debía quedarle ninguna ilusión por la que vivir, ahora además se le sumaba otro suplicio. Como para creer en Dios. Me da que Pascuala hacia tiempo que no tenia nada en que creer.

Cerró la puerta de doble hoja de su casa en la tranquila calma de El Campillo de la Jara, dejo atrás sus gallinas en el corral, sus olivos, su gente de toda la vida y llego a Madrid como una extraña más. Como dice una famosa canción del grupo Triana: “…ya no vio mas el sol al amanecer…”

5 comentarios:

  1. MAGNIFICO!!!me pido el diseño de la portada

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  2. ERES MUY BUENO, ESPERO QUE ESTA VEZ NO TE RAJES Y CONTINUES.

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  3. y que continues en serio,sin prisas, que esto promete,puede ser muy bonito,pido permiso para ir publicando tambien en el queodios

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  4. GRANDE TIO GRANDE, Esto esta estupendo, sabía que tienes cualidades para todo lo que te propones, pero esto es la bomba
    Ya he tenido el primer contacto con una editorial y esto promete, sigue así.
    besos

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  5. Me ha emocionado mucho tu relato maxime, por ser nieto de tia visita y sobrino de aquella niña que de pequeño jugaba contigo. Un saludo.

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