jueves, 12 de noviembre de 2009

3.1. Juan XXIII (2ª parte)

La mañana del día 15 de marzo que era viernes, en el cambio de clase, nos pusimos todos de pie cuando entro D. Esteban.

- ¡Buenos días! Siéntense – nos dijo haciendo el gesto de arriba abajo con su mano derecha – Hoy vamos a ver las notas de esta quincena. El regalo que le van a hacer el próximo martes a sus padres.

La voz y el tono era de pocos amigos, como si hubiese poco que festejar… Conocíamos bien su cara, sus gestos, sus entonaciones… Saco los papeles de su cartera y se dirigió a la pizarra con uno de ellos. Empezó a escribir nuestros nombres y a la derecha de estos, ponía la nota que habíamos prometido y a continuación la que realmente habías conseguido.

El silencio era total y todo el mundo pendiente de los resultados que se iban viendo escritos en la pizarra. El nivel de incumplimientos era grande, habíamos sido poco prudentes en el pronóstico. De cuando en cuando, cruzábamos la mirada buscando a los amigos cuyo resultado era también negativo y nos hacíamos un gesto de resignación, diciéndonos en silencio ¿Qué le vamos a hacer…? Mala suerte.

Una vez termino de escribir, D. Esteban volvió a su silla.

- Tomen nota cada uno de ustedes de la nota que prometieron y de la que realmente han conseguido. Como pueden ver son pocos los que se han esforzado lo suficiente para poder regalar a su padre lo que le habían prometido. Es una pena que no hayan estado a la altura de las circunstancias. Es una verdadera pena que la mayoría no sea capaz de esforzarse por su padre, como su padre se esfuerza por ellos.

Se levanto y caminando entre los pupitres, prosiguió con un discurso que, en la medida que avanzaba, subía el tono de voz y aumentaba el bochorno para todos los que habíamos incumplido nuestra previsión.

Cuando vio que todos habíamos tomado nota de lo que había escrito en el encerado y que ya había conseguido transmitirnos suficientemente que podíamos hacer mas de lo que habíamos hecho, volvió a la pizarra y borro enérgicamente lo que había escrito. Mientras hacia esto le pidió a uno de los que se sentaba en la primera fila, que fuera a Dirección a por los libros de notas de la clase.

Al momento, estaban sobre la mesa de Don Esteban los libros de notas de cada uno de nosotros. Los cogió por lotes y los puso sobre los que ocupaban los primeros pupitres. Nos sentábamos por orden alfabético.

- Repartan los libros y ábranlos por las notas de esta ultima quincena.

Únicamente se escuchaba el pasar de las hojas. Todos buscando ansiosamente las notas y el numero que ocupabas en el ranking de la clase. Otra idea genial de motivación. Al final de las notas, en un recuadro, te ponían el numero que ocupabas en función de la nota media sacada: “Puesto entre 33 el 9º”… Los que no habíamos cumplido, lo buscábamos si cabe con mas ganas, para agarrarnos en la medida de lo posible a algo positivo. Vale que no haya cumplido, pero por lo menos he obtenido una buena posición en la “clasificación”… o he mejorado la posición de la quincena anterior… Anhelábamos cualquier consolación.

Estábamos en esas cuando ya sentado nuevamente en su mesa, Don estaban volvió a romper el silencio de la clase.

- Para los que han conseguido la nota que prometieron, en la hoja de observaciones que tienen, en blanco, a la izquierda de sus notas, con letra bien legible, escriban lo siguiente:
“Querido padre, mi regalo para ti hoy día del padre, es haber mejorado mi nota media. Se lo prometí a mis profesores y lo he cumplido, por lo que me dan permiso para no venir el sábado por la mañana a clase y a disfrutar el lunes de puente, en casa con la familia…”

Mientras escuchábamos, los que no habíamos cumplido, nos mirábamos unos a otros intentando averiguar con la mirada que seria de nosotros. Lo que estaba claro es que si había premio para los cumplidores, tenía que haber castigo para los que no… la cuestión es que se le habría ocurrido a Don Esteban.

Cuando terminaron de escribir lo que había dictado, las caras de estos compañeros eran el vivo retrato de la felicidad, con unas sonrisas de oreja a oreja, les faltaba saltar de alegria y es que la cosa no era para menos. Habían escrito casi una poesía para felicitar a su padre y además les daba vacaciones.

Pronto nos toco el turno a los demás, a esa mayoría de incumplidores. Disipando de un plumazo nuestras dudas y confirmando nuestro castigo.

- Para todos los demás- dijo Don esteban – copien también con buena letra, en la hoja izquierda de su cuaderno de notas, lo que les voy a dictar y que llevaran, como siempre, para que se lo firmen en casa. Pero eso si, esta vez lo traen todos firmado por su padre que es a quien iban a dar el regalo que no han sido capaces de conseguir.
“Papa: Siento mucho no haber conseguido unas notas mejores. Prometí a mis profesores, al empezar esta quincena, subir mis notas para honrarte con motivo del “Día del Padre”.
No he sido capaz de sacrificarme por ti.
Para colmo el lunes tendré que asistir al Colegio, como castigo por no haber cumplido con mi palabra, pues mis compañeros de curso que si la cumplieron tendrán vacaciones ese día como premio”

Mientras escribía, yo no dejaba de mirar de reojo mi nota media. Había sacado un 7,4 y ocupaba el puesto numero nueve de entre los treinta y tres alumnos que había en mi clase…Tenia guasa la cosa, que con esas notas estuviese castigado…

- Ahora firman ustedes el escrito y guarden el libro de calificaciones en sus carteras.

Así se las gastaba Don Esteban Sánchez Barcia. Premios y castigos marcando la rectitud del camino a chavales de once años. A esos hijos de obreros, a los que hacia escuchar música clásica con los ojos cerrados. A los que lo mismo explicaba quien era Beethoven, que les daba una charla que para si quisieran los del Mundo Obrero…

En el sótano, donde comíamos, había un enorme cuadro de San José en su carpintería. San José Obrero. Recuerdo el cuadro detrás de la mesa sobre una tarima, donde presidiendo, comían los profesores y donde cada día un alumno, por riguroso orden, dejaba su mesa para subir a compartir mantel con todos los profesores. Nunca olvidare los olores que subían por los patios interiores del edificio hasta las aulas, avisando de que la hora de la comida estaba al caer. Se comía muy bien. A mi lo que mas me gustaba era el arroz con tomate.

Otra de las cosas que me gustaba, por aquellos días, era el viaje de por la mañana desde casa al colegio. La mayoría de las mañanas iba con mi vecino el Sr. Tomas, en el sidecar de su moto vespa. El trabajaba en las oficinas centrales de Simago que estaban por Diego de león y como pasaba por ventas yo le daba el dinero del autobús a el para que echase gasolina y así me llevaba en el sidecar. Un lujo. Salía más tarde de casa y no me apretujaba nadie, que a esas horas el autobús 38 iba de gente que no podían cerrar las puertas…

En los días de invierno, después de comer y retirar las mesas, en el sótano del colegio, Don Ángel nos enseñaba villancicos que todos juntos cantábamos, preparando la Navidad. Nunca olvidare una tarde que junto con dos amigos más, acordamos sentarnos en las últimas filas con el animo de jugar a los cromos de “Vida y Color” o de la liga de futbol, dando continuidad al recreo de por la mañana. No recuerdo bien que cromos eran, de lo que si me acuerdo es que entre villancico y villancico, Don Ángel, mando callar varias veces y eso iba por las filas del fondo, por nosotros. Por el murmullo de los que estábamos jugando a los montones con los cromos. Tan enfrascados estábamos en lo nuestro, que no nos percatamos que sin dejar de cantar, Don Ángel había bajado, llegando a ponerse delante de nosotros. Se hizo el silencio y yo con los tres montones en mi mano derecha…

- Ustedes no han oído y les trae sin cuidado lo que aquí estamos haciendo. ¡Pónganse de pie!

Nos cayó una buena torta a cada uno y como si no hubiese pasado nada, nos añadimos a los cantos de villancicos; con la vista de Don Ángel permanentemente puesta en nosotros y con cierto picor en nuestras mejillas.

Don Ángel era, de entre todos los profesores, tal vez el más cercano. Conmigo fue especialmente considerado.

- Don Ángel, que si me puede prestar para el billete del autobús. Es que se le ha olvidado a mi hermana darme esta mañana…
- ¿Cuánto necesitas?
- No se… dos cincuenta creo…

Le mentía. Le mentía en todo y yo creo que el lo sabia y me seguía el juego. Mi hermana me había dado el dinero y yo me lo había gastado y si bien otras veces volvía andando desde Ventas a mi barrio, subiendo por la calle Alcalá hasta la Cruz de los Caídos y desde allí por García Noblejas hasta San Blas; hubo ocasiones en que me flojeaban las fuerzas o me invadía la pereza y es cuando sableaba a Don Ángel. Hasta que un día se lo comento a mi hermana Elena y se descubrió el pastel. Mi hermana más colorada que un tomate y yo más arrepentido y avergonzado que ella. Don Ángel, ante ese panorama, quitándole importancia… decía que era cosa de niños…de trastos como yo, decía él esbozando una sonrisa y pasándome la mano por la cabeza.

De Don Antonio, tengo grabado la impresión que me causaba la profunda cicatriz que tenia en el cuello fruto, me imagino, de una operación. Me impresionaba su cicatriz, me sorprendía su sentido del humor y me maravillaba el que hablase árabe.

En el colegio Juan XXIII también evaluaban nuestra conducta. La forma no me deja de parecerme curiosa, te daban 100 puntos y cada vez que te pillaban en alguna te iban restando puntos de tal forma que en las calificaciones quincenales te ponían: “CONDUCTA: 100-35=65 puntos”. También en ocasiones, el propio Don Esteban ponía en observaciones alguna anotación o citaba a tu padre, si lo consideraba oportuno. En mi libro se puede leer de su puño y letra, firmado por el:”Se conforma con poco. Ha perdido mucho del amor propio que tenia y demostró el curso pasado. Además hay alguna “cosilla” en su conducta de la que tenemos que hablar su padre y yo”. La relación colegio-familia era muy estrecha y continuada.

Don Esteban Sánchez Barcia, al dejar el colegio Juan XXIII pasó a ser redactor del recién creado diario El País. Se ocupo de los temas de educación y enseñanza, llegando a ser el responsable de la sección de Educación del diario y hasta donde he podido leer sus compañeros acabaron poniéndole el cariñoso mote del “Abuelo”. Si mi información no es errónea fallece muy joven, en Vigo, de un infarto en el verano de 1996 a los 59 años de edad. Hoy se premia a los que destacan en el campo del periodismo de Educación con un premio que lleva su nombre: Premio Esteban Sánchez Barcia.

El paso por la calle Campanar 12, por las manos de estos grandísimos y entonces jóvenes profesionales, hizo que yo diese un giro importante en mi comportamiento y en mi forma de entender la vida. Reconociendo que todavía, dentro de mí, se encontraba la rabia, la desidia y los malos modos que en mi infancia había generado el Auxilio Social, la falange y las monjitas; estos profesionales de la educación influyeron decididamente en lo que con el tiempo seria mi particular forma de entender y tratar a los que me rodean.


(Continuara...)

9 comentarios:

  1. Estupendo, pero que fuerte!!! con esa nota media y castigado joder!!!es casi un ocho, notable altisimo,sigo pensando que muy bueno D.Esteban y tambien D.Angel soltandote la pasta, que pillin has sido siempre y que trasto mira que cambiar cromos cuando los demas cantan villancicos ,chacho chacho esta clarisimo que este fue un buen cambio para ti y a tomar por culo las monjas,la falange y el auxilio social.
    Por cierto he leido en otra entrada lo de hacer un disco o algo asi ,te lo digo por si necesitas coros o algo que cuentes conmigo y ademas creo que la Panto,osea la Pantoja tiene un estudio en mi gitana, preguntale a CONCHI o a BIENVE que seguro lo saben y nos vamos a grabar antes de que se lo quiten con el temita de los malayos
    SALUDOS DESDE LANZAROTE, SIGUE CON OTRO CAPITULO ESTO ESTA QUEDANDO DE PUTA MADRE,CACHO LIBRO TIO,BUENISIMO

    ResponderEliminar
  2. Que buenos recuerdos esta vez, con esta gente todo fué diferente, no sabia yo que habias seguido su trayectoria y que fuera redactor del Pais y mucho menos que muriera tan joven.
    sigue escribiendo, ¿que te parece 2 capitulos por semana?, no, yo no lo digo por nada, solo que ya sabes que luego llegamos tarde a todo....

    ResponderEliminar
  3. Yo tambien hice la coleccion de vida y color, por cierto que me aprendi huesos y musculos a mogollon, gracias a este album estaba encantada con los cromos estirables eran la releche los mejores y mas dificiles de conseguir.
    Ester no nos hace falta ir a mi gitana tenemos un mini medio casi estudio de grabacion en el garage que para hacer una maquetita casi nos sirve, pero yo no he visto o no recuerdo nada de hacer un disco.
    Por cierto no habeis hecho ninguna mencion al espontaneo que hizo un comentario al anterior capitulo.
    Bienve el dia que le dio la subidita de tension estaba hecho polvo tambien por saber lo de D. Esteban vino muy jodido y le afecto bastante.
    Antes le encantaba el arroz con tomate y ahora ponemos malas caritas, como le pasó con la sopa de mocos la odia, pero bueno aparte de todo esto creo que se ha hecho un hombrecito con todo lo vivido y lo pasado, te seguimos animando para que sigas escribiendo esto tiene muy buena pinta.bsbsbsbsbsbs

    ResponderEliminar
  4. Yo no habia visto lo del capitulo anterior, me parece a mi que este autor, tiene muchos admiradores.

    ResponderEliminar
  5. Conchi en la entrada del copion de Riky Martin que hasta el apellido copio de los nuestros aunque disimule pues el de el es mártin y el nuestro martín, Bienve le dice que solo le falta lo del disco...Arriba Santa Brigida!!! con estudio de grabacion en el garaje, columpio y FELUCO.....
    CHACHO CHACHO QUE NIVEL SALUDOS OTRA VEZ

    ResponderEliminar
  6. bueno, menos mal que ya te estabas encontrando con personas civilizadas, no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante...
    je su lin

    ResponderEliminar
  7. Hola, me encanta saber del colegio y sus cosas. Yo fui alumno hasta el año 69 que me fui a la universidad de cheste.
    Don Antonio Martin, Don carlos recuerda, don Esteban, Don Angel.....

    ResponderEliminar
  8. Ignacio Fernández16 de enero de 2014, 11:32

    A mi también me gustaba el arroz con tomate, aprendí a pelar y comer las naranjas con cuchillo y tenedor, cosa que solo hice allí en toda mi vida, el manejo de cubiertos era obligatorio, recuerdo los concursos de prendas que hacía D. Ángel para aprender las lecciones, como nadie quería quedarse en paños menores delante de los demás, además de estudiar muchísimo las lecciones, cosa que era el objetivo de D. Ángel, ibamos al colegio con un motón de prendas, aunque fuera un caluroso mes de mayo, para tener repuesto suficiente que quitar en caso de fallar preguntas ¡Que tiempos!

    ResponderEliminar
  9. Yo tambien fuí a ese colegio, y en mi memoria hay muchos recuerdos buenos y no tan buenos, pero lo que si echo de menos es los buenos amigos que allí encontré.
    Y que me gustaría saber de ellos.

    ResponderEliminar