jueves, 24 de septiembre de 2009

2.2. Los Leones. (2ª parte)




La dureza de las condiciones a las que estaban sujetos al estar internados, marcaba una clara diferencia de aquellos chavales con los se quedaban en sus casas. Con los que estaban en sus casas con el cariño y la protección de los suyos. Esto se evidenciaba todavía más cuando estando de vacaciones, compartías esos días de calle con tus vecinos en el barrio.

Uno de esos días de vacaciones, al bajar la escalera de casa me tope con el Sr. Julio en el descansillo del bajo, sentado a la puerta de su casa y apoyado en la barandilla. Allí solía pasar el jubilado de correos las mañanas y las tardes, tomando el fresco, viendo pasar el día y a los que bajaban y subían por la escalera del bloque para los que siempre tenia por lo menos un saludo y por lo mas una conversación. También de cuando en cuando con alguna de las personas que, por la calle, pasaban por delante de nuestro portal cruzaba saludo.

- ¡Eh! Buenos días. ¡Donde vas tan rápido?
- A la calle – le dije – a jugar con los chicos.
- Si todavía no hay nadie ¿Qué prisas tienes?

En ese momento la Sra. Mari salía para darle un pañuelo. Pañuelo que mantenía en su mano, a la vista, listo siempre para limpiarse la boca que con frecuencia se le humedecía mas de lo normal.

- ¡Hola! ¿Ya estas de vacaciones…? – me pregunto cuando al pasar por delante de el y de un salto me puse en el centro de la calle.
- Si – conteste sin más, y a la vez que seguía caminando buscando encontrar algún compañero de juegos para esa mañana.

Recorrí la calle y la explanada de arena donde solían jugar los chicos del barrio, entre bloques de viviendas, percatándome de que el Sr. Julio tenia razón; todavía no había salido nadie de sus casas. Era demasiado temprano y yo era el primero en pisar la calle.

Retrocedí sobre mis pasos, ahora con más calma y resignado a hacer tiempo hasta que alguien bajase a la calle para jugar. Una vez en mi portal, me senté en el descansillo del bajo donde viven Tomas y Paloma, enfrente del que estaba ocupado por el Sr. Julio, que en cuanto me vio llegar volvió a dirigirse a mi, el también parecía falto de compañeros con los que compartir la mañana.

- ¿Qué, no has visto a nadie?
- No… deben de estar dormidos.
- Es temprano todavía – me dijo mirando el reloj de su muñeca.

La Sra. Mari, al oír hablar, volvió a asomarse a la puerta y mirándome con una sonrisa en la boca entro en la conversación.

- Vas a coger frio sentado ahí en el suelo… ¿Quieres un caramelo?
- …Bueno – replique como sin dar importancia al ofrecimiento.

Entro y volvió a salir de su casa, ofreciéndome el caramelo.

- Toma y este otro para luego.

¡Dos caramelos! Así como si nada. En un santiamén cogí los caramelos, di las gracias y volví a sentarme en el descansillo.

Ahora era el Sr. Julio, el que al quedarnos de nuevo solos, esbozo una sonrisa y me pregunto:

- ¿Te gustan los caramelos?
- Claro… - vaya pregunta, pensé, a quien no le iban a gustar los caramelos…
- ¿…Y el chocolate?
- Si, también me gusta.
- Entonces también te tiene que gustar los refrescos de naranja… - asevero el viejo mientras se limpiaba su picara sonrisa con el pañuelo que tenia entre las manos.
- ¡Pues claro que me gustan!... pero lo que mas me gusta es la Coca-Cola.
- Y a ti en el colegio ese en el que tu estas, ¿te dan Coca-Cola?

Por un momento pensé que el viejo Sr. Julio no estaba muy bien de la cabeza. Vaya pregunta, que si me daban refrescos en el interno… se ve que no tenia ni idea de donde estaba yo y lo que daban allí… una torta como te descuidases…

- No. En el colegio no, solo dan agua pero mi hermana me ha dicho que va a comprar el sábado una botella de Konga.

Por un momento los dos permanecimos en silencio. Solo se oían los ruidos y voces de la calle, cuando de repente el viejo volvió a la carga.

- ¿Tú has oído hablar de Jauja…? – me pregunto con tono de misterio.
- No. ¿Qué es Jauja”
- ¿Cómo que que es Jauja?¿De verdad que no has oído hablar nunca de Jauja…? – replico el Sr. Julio, esta vez con su característica sonrisa picarona.
- Pues no, no se lo que es Jauja… - en mi tono a la defensiva le acompañaba cierta molestia, esa molestia del que cree que le están tomando por ignorante.
- Acércate para acá y te cuento – me dijo señalando los primeros peldaños de escalera que seguían a su descansillo, donde estaba sentado en la silla – esto no puede oírlo cualquiera… es un secreto…

Esto último, lo de que se trataba de un secreto, hizo que saltase desde donde estaba sentado hasta donde señalaba el Sr. Julio.

- ¿Por qué es un secreto? – le pregunte.
- Por que no puede saberlo nadie. A Jauja solo he ido yo y si lo supiera mucha gente…iría mucha gente y adiós Jauja…

Seguía, en ese momento, no entendiendo por que hablar de Jauja tenia que ser un secreto. El que me hubiese hablado en voz baja, ya cuando estaba cerca de el, había despertado mas mi interés.

- ¿Yo puedo ir a Jauja con usted? – pregunte yo también en voz baja.
- Pues claro, necesito un acompañante. Alguien que me ayude que yo ya estoy viejo.

Volvió a pasarse el pañuelo de un lado a otro de la boca para secarse la gran cantidad de saliva que generaba a cada poco tiempo, sobre todo cuando hablaba.

- ¿Tienes un papel y un lápiz?
- ¿Papel y un lápiz? ¿Para que?
- Necesito que apuntes lo que nos hace falta para el viaje.
- ¿Para que viaje? Es que Jauja esta lejos…
- ¡Lejos! – exclamo el viejo en voz muy queda – ¡Esta muy lejos! y tendremos que construir un barco. Un barco y herramientas.
- ¿Es que nos vamos a quedar a trabajar en Jauja?
- Chico en Jauja no se trabaja… pero - me dijo con cara de enfado y haciendo una pausa, esta vez mas que para limpiarse con el pañuelo para dar mas misterio a lo que me iba a contar – El único trabajo es construirse una casa y navegar por el rio de coca-cola y subirse a los arboles de chocolate a coger caramelos.

¡Madre mía! Dije para mí a la vez que se me iluminaba la cara con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Arboles de chocolate con caramelos colgando…! Ahora entendía porque tenia que ser un secreto y porque no podíamos permitir que fuera mas gente. Aquello era un verdadero tesoro para un muchacho de apenas siete años que cuando le daban un caramelo era un premio y beber cola una fiesta.

- Vete a buscar un papel y un lápiz. – volvió a decirme el Sr. Julio, despertándome del sueño que estaba teniendo despierto, escuchando su propuesta de viajar a Jauja.

Me levante de inmediato y subí la escalera hasta mi casa, donde encontré la puerta entreabierta y entre a toda prisa vociferando:

- ¿Dónde hay un papel y un lápiz?
- ¿Un papel y un lápiz? ¿Para que? – me contesto también en voz alta mi hermana Elena.
- Para nada – conteste cuando ya estaba justo frente a ella. No podía desvelar el secreto.
- Si es para nada, no hay papel ni lápiz – Elena siempre sabia como controlar las situaciones y conseguir saber lo que quería.
- Bueno si es para escribir una cosa que me ha dicho el Sr. Julio.
- ¿El Sr. Julio? ¿No estarás molestando al vecino?
- ¡Que no! ¡Que me lo ha dicho el! Si no te lo crees pregúntaselo tu.

Menuda era mi hermana. Se dirigió hacia la puerta y asomándose a la escalera vio abajo sentado al Sr. Julio… como todos los días.

- Buenos días Sr. Julio. ¿No le estará molestando este trasto? – pregunto mi hermana.
- No mujer. No. Dale una hoja y un lapiz que va a escribir aquí conmigo…

¡Esto tiene que ser verdad! Me dije para mis adentros. Me había dado cuenta que el también guardaba bien el secreto. No le había dicho ni mu a mi hermana. Se limito a decir que iba a escribir, pero se guardo bien de decir lo que iba a escribir…

Elena volvió sus pasos atrás después de despedirse del Sr. Julio con un “Vale Sr. Julio” y con cara de estupefacción entro en el salón buscando un cuaderno y un lapicero. No daba crédito a que el viejo consiguiera mantenerme sentado a su lado un minuto y menos que me pusiera a escribir.

- Pórtate bien y haz lo que te diga el Sr. Julio. Que no me entere yo que le contestas o le hablas mal… que es un señor mayor.

Si alguien conocía bien y temía mi “pronto” era mi hermana que ejerciendo de madre siendo una joven adolescente, aguantaba los arrebatos y tonterías de todos. Me rio del Santo Job, pero esta vez se equivocaba.

No solo estaba deseoso de sentarme, escuchar y escribir lo que tuviera que contarme el Sr. Julio, es que además ya ni me acordaba y menos me interesaba si había alguien en la calle con quien jugar.

Volví a sentarme en los escalones que antecedían al descansillo donde estaba el viejo y en lo que el volvía a limpiarse la boca con el pañuelo, me apresure a abrir el cuadernillo que me había dado mi hermana apoyándolo en mis rodillas, sujetándolo con la mano izquierda y disponiéndome a escribir con la derecha que apretaba con firmeza el lapicero.

El Sr. Julio, mirándome, se paso el pañuelo de una mano a la otra y me dijo:

- Apunta: cincuenta listones de madera, diez botes de pintura, esparto y alquitrán para tapar las juntas de la barca…
- La pintura ¿de que color?- le pregunte, interrumpiéndole, mientras terminaba de apuntar lo que me había dictado.
- Que mas da pon el color que tu quieras, el que mas te guste. Eso si que luego se vea bien el nombre porque tenemos que poner el nombre a los dos lados de la barca…
- ¿Y como la vamos a llamar? – volví a interrumpirle con la emoción que me agitaba internamente al pensar que íbamos a tener una barca…una barca…
- No se, la llamamos como tu quieras. ¿Como quieres llamarla?
- ¡Jauja! – le ataje.
- No hombre no, a las barcas se les pone nombre de mujer. Además ese nombre no podemos escribirlo, acuérdate que es secreto. Nadie puede conocerlo.
- …Es verdad.
- ¿Tú tienes novia? – me interrogo con su sonrisita picarona.
- No. No tengo novia.
- Bueno, pues de momento vamos a esperar para decidir cual será el nombre de la barca. Si cuando la tengamos lista, tu tienes novia; le pondremos el nombre de tu novia y si para entonces no tienes novia… siempre podremos llamarla “María”.

Me parecía muy justo, es mas empezaba a sentir que me gustaba mucho ser el ayudante del Sr. Julio. Además de confiarme su secreto, me había elegido para el viaje y lo que mas me gustaba: ¡contaba conmigo!. Nunca podre olvidar que fue la primera persona a quien le interesaba lo que yo podía pensar o decir. El primero en ilusionarme, en preguntarme y en escucharme.

Acababa de tomar nota de los materiales necesarios para descolgar los chupa-chups que, según el Sr. Julio, poblaban los arboles de chocolate; cuando empezaban a oírse las voces de otros niños en la explanada de arena frente a mi bloque. Al rato y sin que casi me diera cuenta estaban llamándome para ir a jugar:

- ¡Bajas o que…!
- No les hagas esperar… mañana seguimos – dijo el viejo con una mezcla de voz de mando y secretismo.
- ¿Seguro? – le conteste
- ¡Seguro! Venga a jugar.

En aquellos días de vacaciones, alterne mañanas sentado con el Sr. Julio preparando nuestro viaje a Jauja, en el mas riguroso de los secretos, con las clases de toreo de salón que también el nos impartia a los muchachos que nos arremolinábamos en el portal. Bastaba un trapo, un pañuelo o solo con la mano para siguiendo las instrucciones del “maestro” hartarnos de dar pases, en ocasiones con el acompañamiento de algún ole de los viandantes que circulaban por la calle. Oles que provocaban la sonrisa del viejo y llenaban de orgullo torero a los chavales que en ese momento estaban dando algún pase.

El Sr. Julio creo escuela. Tiempo después me conto mi hermano Jesús, que no fui el único en estar allí sentado soñando con las fantasías del viejo. Parece ser que Jesús también estuvo sentado aprendiendo lo fácil que es creer y aferrarse a una mentira por gorda que esta sea, si la mentira cubre o satisface un anhelo. En Jauja, versión para mi hermano Jesús, en los arboles lo que había era televisores… capacidad de adaptación al paso del tiempo y a las necesidades de quien escucha… la historia de siempre.

Se arremolinan en mi mente los olores a carburo de las lámparas de los kioscos de madera que ocupaban gran parte de la calle Pobladura del Valle, que los comerciantes encendían para mantener el negocio abierto cuando se escondía el sol, el ir y venir del autobús treinta y ocho que no podía cerrar las puertas por el gentío que apretujados unos contra otros, oliendo a clase obrera, ocupaban las plataformas de las puertas: la de atrás de entrada (en la que se sentaba el cobrador…¡había cobrador!), la del centro y la de delante que eran de salida.

Junto a todos estos recuerdos hay uno que se muestra con mayor intensidad que los demás… el día antes de tener que regresar al interno.

A primera hora de la mañana de ese día, comenzaba la liturgia que dejaría suficientemente claro mi negativa a volver a estar encerrado en aquella casa de locos que para mi eran los “hogares” del Auxilio Social. Me ataba a la pata de la cama y llorando sin echar lagrima, no paraba de gritar:

- ¡Yo no voy… que me pegan! ¡Hijas de puta… no voy a ir!¡No me llevéis cabrones…no quiero ir…!

Y así una hora tras otra. Allí la pobre Elena llevaba como podía la situación y trataba de calmarme, de convencerme que en el interno no iba a estar tan mal, que ella iría a verme… que cuando quisiera darme cuenta estaba otra vez en casa de vacaciones… Yo que se cuantas cosas podía inventarse mi hermana para frenar mi locura, pero no había manera. Yo seguía en mis trece y ella avergonzada en la medida que pasaban las horas y mis gritos y palabrotas subían de tono, acababa resignándose y tratando solo de conseguir que bajase la voz para en la medida de lo posible ahorrar tan bochornoso espectáculo a ella y a los vecinos.






(Continuara...)

7 comentarios:

  1. Joder Martin se me hace corto, esto ya es como esos libros que no puedes parar de leer,que cada pagina te engancha mas, sigue así esto va fenomenal y desde aquí dar las gracias al SR.JULIO pues despues de las hijas de puta de las monjas por lo menos que hubiera alguien comprensible con un chaval tan joven
    SALUDOS

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  2. Como para no llorar e insultar a todo cristo, cuando te tocaba volver a los Leones, despues del proyecto que tenias con el Sr Julio, que bonitos recuerdos y que libro te está quedando, estoy totalmente de acuerdo con Esther, ya estamos esperando el siguiente capítulo. Por cierto tengo una foto del descansillo del Sr. Julio, con Je su lin y Palomi.

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  3. Además el señor Julio tenia una capacidad de adaptación a los tiempos de la hostia, cuando me toco a mi, lo que había en los árboles eran “televisores”, me imagino que el hombre jugaba con lo que mas anhelábamos en ese momento, gracias al señor Julio me di cuenta después que cualquiera se cree un cuento por descabellado que este sea (la virgen María, la santísima trinidad…) si tiene la necesidad de creer
    JODER, QUE NECESIDAD DE CREER TENIAMOS!!!
    Por cierto la señora María me visito en el hospital
    Je su lin

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  4. Gracias por los cumplidos... ya se que sois muy educados, tirando a un poco pelotas...

    Jesus, muy bueno el comentario, si vuelves a leer el capitulo veras que lo he añadido.

    Como personas, totalmente... dos bellisimas personas. Pena que la puta paleta de la Chus y su marido camarero, no tuvieran verguenza y abusasen de la confianza de la Sra. Maria y la pagasen su bondad con sufrifiento... ¡¡¡La robaron su piso y lo que es peor la recluyeron!!!

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  5. y del hijo? pablo creo que se llamaba,recuerdo que los "visitaba" de vez en cuando muy trajeao el tio... o pablo era el marido camarero de la puta paleta de la Chus? joder que lio!!!
    je su lin

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  6. ...Pablo efectivamente era el camarero. El hijo no se si tambien se llamaba Julio, lo que si recuerdo es que trabajaba de chofer de alguien importante no se si marqueses o del corte inles o las dos cosas juntas...

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  7. Como bien decís esto es un enganche total yo por ser la woman del escritor lo leo el miércoles por la noche y el jueves por la tarde y me emociona, este cápitulo es un recuerdo postumo al SR. JULIO ""Mente privilegiada"" para este funcionario, ni se imaginaria que en algún momento estas dos joyas se acordarian de él y menos que lo hicieran con esta alegria ¿o sí?
    Bienvenida manda la foto del descansillo seria clave para saber el punto de encuentro donde se fraguaba el secreto mejor guardado.
    Mira que yo me sabia esta historia pero cuando la vi escrita me imaginaba al torero y me partia de la risa, pero cuando llegue al atao de la pata de la cama ya no era tan gracioso, pero bueno ya paso. UN BESO

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